Un nuevo capítulo de tensiones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos se habría abierto tras los recientes desencuentros políticos entre el presidente Gustavo Petro y la administración norteamericana. Diversas fuentes han señalado que el Gobierno de Joe Biden estaría reconsiderando su respaldo estratégico al mandatario colombiano, lo que podría repercutir incluso en la seguridad de la Casa de Nariño y en la cooperación en temas sensibles para el país.
De acuerdo con analistas consultados, el distanciamiento estaría relacionado con los constantes pronunciamientos de Petro frente a la política exterior estadounidense, sumados a su postura crítica sobre conflictos internacionales y a la reciente controversia por la revocatoria de visas a varios funcionarios y aliados del Gobierno. Este escenario, sostienen expertos en relaciones internacionales, estaría debilitando la confianza que tradicionalmente ha caracterizado la relación bilateral.
La seguridad de la Casa de Nariño y de la institucionalidad presidencial en Colombia depende en gran medida de programas de cooperación y asistencia que Estados Unidos ha mantenido durante años, especialmente en materia de inteligencia, tecnología y capacitación. Si bien no se ha confirmado un retiro inmediato de estos apoyos, la posibilidad de que se reduzca la asistencia genera preocupación en sectores políticos y militares. “Perder el respaldo de Washington no solo es un golpe diplomático, sino también un riesgo real para la seguridad presidencial, pues muchos sistemas dependen de cooperación internacional”, señaló un exoficial de las Fuerzas Militares.
En el Congreso colombiano también se han escuchado voces de alarma. Desde la oposición, algunos legisladores consideran que las posturas de Petro han puesto en riesgo una relación estratégica que va más allá de lo político, y que incluye comercio, seguridad, lucha contra el narcotráfico y cooperación en defensa. “El presidente está jugando con fuego. Los desplantes a Estados Unidos pueden terminar afectando directamente la estabilidad del país”, advirtió un senador crítico del Gobierno.
En contraste, desde el petrismo se defiende la postura del mandatario, asegurando que Colombia no puede supeditar su soberanía a las decisiones de una potencia extranjera. Para este sector, la pérdida de ciertos apoyos sería el costo de mantener una política exterior independiente y de “no arrodillarse frente a intereses ajenos al país”.
Mientras tanto, diplomáticos consultados señalan que aún existe margen para recomponer la relación si se retoman los canales de diálogo tradicionales. Sin embargo, el ambiente actual refleja un enfriamiento evidente que podría tener consecuencias más profundas en los próximos meses. Lo cierto es que, de confirmarse un debilitamiento del apoyo estadounidense, la Casa de Nariño tendría que replantear sus esquemas de seguridad y Colombia se vería obligada a buscar alternativas en otros aliados internacionales.
El pulso entre Petro y Estados Unidos no solo pone a prueba la diplomacia colombiana, sino que abre un debate sobre hasta dónde puede llegar el costo de confrontar a la principal potencia aliada del país.
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