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Oposición

El expresidente enfrenta el dilema de su papel en el futuro del uribismo

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Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia y líder histórico del uribismo, atraviesa uno de los momentos más complejos de su vida política. Tras haber sido durante dos décadas la figura más influyente del país, hoy se debate entre el deseo de mantener protagonismo y el riesgo de caer en un ostracismo político al que lo empujan tanto los procesos judiciales que enfrenta como la pérdida de fuerza de su movimiento en distintos escenarios electorales.

En el pasado, Uribe fue el gran articulador de mayorías, capaz de movilizar masas y marcar la agenda pública con sus pronunciamientos. Sin embargo, su liderazgo se ha visto golpeado por una serie de factores: los cuestionamientos judiciales por presunta manipulación de testigos, la derrota electoral del Centro Democrático en varias plazas clave, y la fragmentación de la derecha colombiana, que ya no se aglutina exclusivamente en torno a su figura.

El expresidente conserva un núcleo duro de seguidores que lo defienden y lo consideran indispensable para la política nacional. No obstante, para otros sectores, su protagonismo se ha convertido en un obstáculo para la renovación del uribismo y para la consolidación de nuevas figuras que respondan a los desafíos actuales del país. En esa tensión, el partido fundado por él enfrenta el dilema de seguir dependiendo de su liderazgo o dar paso a un relevo generacional.

Uribe, consciente de esta coyuntura, ha intentado mantener presencia en la opinión pública a través de sus constantes pronunciamientos en redes sociales y reuniones con dirigentes regionales. Su voz aún tiene eco, pero ya no goza del mismo poder de convocatoria que en el pasado. Incluso, dentro de su colectividad surgen voces que consideran necesario repensar el futuro del movimiento sin el peso de su figura dominante.

El interrogante sobre si Uribe puede reinventarse políticamente o si terminará en un retiro forzado por las circunstancias marca buena parte del debate actual. Mientras algunos lo ven como un actor que nunca desaparecerá del todo de la política colombiana, otros lo señalan como un líder que atraviesa su fase más frágil, enfrentado a la posibilidad de que la historia lo relegue al recuerdo más que a la acción directa.

De esta manera, el uribismo se encuentra en un punto de inflexión: o logra adaptarse a un escenario donde su máximo líder pierda protagonismo, o se arriesga a quedar atrapado en el desgaste de un liderazgo que, aunque histórico, ya no tiene la misma fuerza de antaño.

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