El panorama político en Colombia de cara a las elecciones presidenciales de 2026 empieza a tomar forma con la confirmación de que el senador Iván Cepeda se lanza como precandidato presidencial en representación de la izquierda. El anuncio, realizado en medio de un ambiente de expectativa por el futuro del Pacto Histórico y la continuidad del proyecto político que llevó a Gustavo Petro a la presidencia, marca un nuevo capítulo en la trayectoria de uno de los congresistas más reconocidos por su activismo, su lucha por los derechos humanos y su firme oposición al uribismo.
Cepeda, quien ha dedicado gran parte de su vida a la defensa de las víctimas del conflicto armado y a la construcción de escenarios de paz, aseguró que su precandidatura busca consolidar y profundizar los avances alcanzados en los últimos años, en especial los relacionados con la justicia social y la implementación de los acuerdos de paz. Según él, Colombia no puede retroceder hacia un modelo de exclusión y violencia, y por eso su proyecto presidencial tiene como objetivo central la construcción de un Estado más equitativo, garante de derechos y capaz de dar soluciones a los problemas estructurales que históricamente han afectado al país.
El senador explicó que su propuesta girará alrededor de tres ejes principales: la implementación plena e integral del Acuerdo de Paz firmado en 2016, la lucha contra la corrupción en todos los niveles de la administración pública y la promoción de un modelo económico que priorice la redistribución de la riqueza y el bienestar colectivo por encima de los intereses particulares. Cepeda señaló que estos pilares no solo representan las demandas históricas de millones de colombianos, sino también una hoja de ruta necesaria para garantizar un futuro de estabilidad, democracia y convivencia.
La decisión de Cepeda se da en un momento clave para la izquierda colombiana. El Pacto Histórico, coalición que llevó a Gustavo Petro al poder, atraviesa una fase de tensiones internas en la que diferentes sectores discuten el rumbo que deberá tomar el progresismo tras el actual gobierno. Mientras unos defienden la continuidad del proyecto iniciado en 2022, otros consideran que el movimiento necesita nuevas figuras y un cambio generacional que le permita ampliar su base electoral y llegar a sectores moderados de la sociedad. En medio de este debate, la figura de Cepeda aparece como una carta fuerte por su experiencia, disciplina política y cercanía con organizaciones sociales, aunque también despierta resistencias por considerársele demasiado radical en algunos círculos.
El anuncio del senador no tardó en generar reacciones dentro y fuera del Congreso. Desde los sectores más cercanos al petrismo, la noticia fue recibida como un paso natural en la carrera de un político que ha sido consistente en sus posiciones y que ha jugado un papel clave en la consolidación del proyecto progresista. Líderes sociales, defensores de derechos humanos y organizaciones de víctimas aplaudieron su decisión, destacando su coherencia y compromiso durante décadas de trabajo político. Sin embargo, en la oposición, la precandidatura fue vista con recelo y preocupación. Dirigentes del uribismo, en particular, recordaron sus múltiples enfrentamientos con el expresidente Álvaro Uribe y lo acusaron de representar una amenaza para quienes no comparten el ideario de la izquierda. Según ellos, un eventual gobierno de Cepeda profundizaría la polarización y significaría la continuidad de lo que llaman “el fracaso del petrismo”.
Analistas políticos consideran que la entrada de Iván Cepeda a la contienda presidencial obligará a una reconfiguración en el tablero electoral. Su precandidatura lo enfrentará directamente con otras figuras del progresismo que también aspiran a ser protagonistas en 2026, como Francia Márquez, actual vicepresidenta; Gustavo Bolívar, exsenador y escritor; y Alexander López, presidente del Polo Democrático. También se suman nombres como el de Camilo Romero, quien ha buscado proyectarse como un rostro más joven del progresismo, o incluso posibles sectores de la Alianza Verde que podrían inclinarse hacia alianzas con la izquierda o preferir un camino independiente. Todo indica que, lejos de un candidato único, el progresismo llegará a las elecciones con varios aspirantes que deberán medirse en una consulta para definir quién representará al bloque en la primera vuelta presidencial.
Más allá de las tensiones políticas, lo cierto es que la precandidatura de Cepeda añade un componente simbólico a la contienda. Como hijo de Manuel Cepeda Vargas, senador asesinado en 1994 por fuerzas paramilitares, su vida política ha estado marcada por la búsqueda de justicia y la denuncia de los vínculos entre sectores del poder y la violencia armada. Esa trayectoria lo convierte en una figura con gran legitimidad moral en ciertos sectores sociales, pero también en un personaje incómodo para otros poderes establecidos.
El camino hacia las elecciones de 2026 todavía es largo, pero la definición temprana de precandidaturas muestra que las fuerzas políticas ya se están preparando para una de las contiendas más polarizadas y decisivas de los últimos tiempos. En este escenario, Iván Cepeda se perfila como un aspirante que no solo quiere dar continuidad al legado de Gustavo Petro, sino que también aspira a dejar su propio sello en la historia del país. Su capacidad para sumar apoyos dentro del Pacto Histórico y tender puentes hacia sectores independientes será determinante para saber si logra convertirse en un candidato competitivo o si quedará relegado frente a otras figuras de la izquierda.
Con su anuncio, el senador abre una etapa de intensa discusión en la izquierda colombiana y en la política nacional en general. Lo que está en juego no es solamente la definición de un nombre, sino la orientación de un proyecto político que marcará el rumbo del país en los próximos años. Iván Cepeda, con su experiencia, sus convicciones y su historia, ha decidido entrar en la carrera presidencial, y con ello pone en movimiento una serie de piezas que, a partir de ahora, definirán el futuro del progresismo y la manera en que Colombia enfrentará sus próximos desafíos democráticos.
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