El presidente Gustavo Petro atraviesa uno de los momentos políticos más tensos de su mandato, luego de que la reciente derrota en el Senado con la elección del nuevo contralor encendiera una ola de críticas dentro y fuera del oficialismo. En medio de ese revés, el mandatario decidió pedir la renuncia a varios de sus ministros y avanzar en una reorganización ministerial que busca recomponer fuerzas y asegurar gobernabilidad de cara al último tramo de su periodo.
La polémica estalló tras la elección de Carlos Camargo como nuevo contralor general, lo que representó un duro golpe para el Ejecutivo. El resultado evidenció fracturas en la coalición de gobierno y dejó en evidencia que el Pacto Histórico perdió capacidad de maniobra en el Congreso. La respuesta de Petro no se hizo esperar: solicitó la dimisión de ministros clave, entre ellos Antonio Sanguino, con el propósito de reacomodar fichas y abrir espacio a nuevos aliados políticos.
Fuentes cercanas a la Casa de Nariño aseguran que la idea del presidente es integrar a sectores independientes y, en la medida de lo posible, atraer a partidos que se han distanciado de su proyecto. La estrategia apunta a fortalecer la agenda legislativa y garantizar la aprobación de reformas pendientes, en especial la tributaria y la electoral, que son consideradas pilares de su plan de gobierno.
Sin embargo, la movida ha generado reacciones encontradas. Para la oposición, el relevo ministerial refleja debilidad y desesperación política. Según sus voceros, Petro busca “pagar con cargos” la lealtad de congresistas y partidos, lo que podría derivar en un gabinete más fragmentado y menos técnico. En contraste, desde el oficialismo defienden la decisión como una maniobra legítima que responde a la necesidad de dar aire fresco al equipo ministerial y reimpulsar la gestión gubernamental.
El debate también se trasladó a la opinión pública. Mientras algunos sectores sociales consideran que los cambios son necesarios para corregir errores de gestión y superar el estancamiento legislativo, otros critican lo que califican como “nominaciones clientelistas”, en las que la experiencia y la preparación de los designados quedarían en un segundo plano frente a los acuerdos políticos.
La incertidumbre sobre quiénes ocuparán las nuevas carteras mantiene en expectativa al escenario político. Se espera que en los próximos días Petro anuncie a los reemplazos de los ministros salientes, en una jugada que podría definir el rumbo de su gobierno en la recta final.
Lo cierto es que esta reorganización ministerial llega en un momento crítico: con las encuestas mostrando un desgaste en la imagen presidencial, con las calles reclamando soluciones inmediatas a problemas de seguridad y economía, y con un Congreso cada vez más fragmentado. En ese contexto, el nuevo gabinete deberá enfrentar el reto de recuperar la iniciativa y darle estabilidad al gobierno.
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