• Inicio
  • Oposición
  • Valle del Cauca dividido: caña genera empleo, pero arrasa con agua y biodiversidad
Oposición

Valle del Cauca dividido: caña genera empleo, pero arrasa con agua y biodiversidad

Captura de pantalla 2025 10 02 140835

En el corazón del Valle del Cauca se libra un debate que toca fibras profundas: ¿es la caña de azúcar un pilar del desarrollo regional o un factor que acelera el deterioro ambiental? Colombia es uno de los principales productores de caña de azúcar en América Latina, y el Valle del Cauca es el epicentro de esta industria. Se estima que más del 80 % de los cultivos de caña en el país se concentran en esta región, generando miles de empleos directos e indirectos. Para el gremio azucarero, este cultivo es un motor económico insustituible que aporta a la competitividad nacional, a las exportaciones y a la producción de bioetanol.

Sin embargo, para un sector creciente de ciudadanos y organizaciones ambientales, la expansión de la caña representa un “desastre ecológico” que pone en riesgo la biodiversidad, reduce la disponibilidad de agua y desplaza otros cultivos vitales para la seguridad alimentaria. Los defensores del sector resaltan que más de 280.000 familias dependen directa o indirectamente de esta agroindustria y que la innovación en energías renovables, a través del bioetanol y la cogeneración de electricidad, le da al cultivo un papel clave en la transición energética. “Hablar de la caña como un problema ambiental es desconocer décadas de avances tecnológicos y buenas prácticas agrícolas. Este cultivo ha hecho del Valle del Cauca una región próspera”, afirmó un vocero del gremio.

No obstante, ambientalistas y comunidades campesinas han advertido que el monocultivo de caña ha transformado de manera drástica los ecosistemas de la región, aumentando la presión sobre fuentes hídricas como el río Cauca y otros afluentes que hoy muestran signos de estrés. Estudios señalan que una hectárea de caña puede requerir entre 1.200 y 1.500 milímetros de riego al año, lo que genera tensiones con poblaciones que enfrentan escasez de agua. A esto se suma la polémica por la quema de caña antes de la cosecha, que aunque regulada, sigue afectando la calidad del aire y la salud de quienes habitan cerca de las plantaciones. “La caña beneficia a unos pocos ingenios, pero deja problemas ambientales y sociales a la mayoría”, denunció un líder comunitario del norte del Valle.

El debate se ha trasladado a escenarios políticos, académicos y sociales, donde algunos plantean la necesidad de diversificar la producción agrícola y promover modelos más sostenibles que permitan equilibrar productividad con conservación ambiental. Mientras los gremios defienden la importancia de la caña en la economía nacional, los críticos insisten en que el futuro del Valle debe pasar por un rediseño de su matriz agrícola. “No podemos depender eternamente de un monocultivo que compromete la soberanía alimentaria del país”, advirtieron investigadores de la Universidad del Valle.

La discusión está lejos de resolverse, pero lo que sí es evidente es que la caña de azúcar seguirá siendo un tema central en la agenda regional y nacional. El dilema entre motor económico y amenaza ecológica promete intensificarse en los próximos años, marcando el rumbo de la política agrícola y ambiental de Colombia

Comentarios de Facebook

Comments are closed

Artículos Relacionados